Eres como una droga o un vicio de esos que cuesta mucho salir y Mucho gusto me daría poder odiarte. Dios, como desearía poder sentir esa euforia recorriendo mi garganta y esos pensamientos perversos cuando pienso en vos. Juntaría fuerzas si fuese posible para odiarte, con toda mi alma. Porque no, no mereces que te quiera, que siga queriéndote después de todo el daño que has hecho, que has dejado a tu paso. Ya no sé si me lees o no, ya poco se de vos. Sólo puedo disfrutar de una frase cuando se trata de tu persona y esa es: todo vuelve. Ahora, puede sonarte ridícula y puedes reírte en voz alta si lo deseas, claro, luego volverá hacia vos, te pegará una cachetada, te hará una zancadilla y desde arriba, voy a mirarte y voy a limitarme a sentir pena. Pena porque quise quererte y en vez de quererme, preferiste correr de quien solo quería salvarte. Si te hubieses quedado, si en el futuro hubieras caído, hubiera estado para estrecharte mi mano, para sostenerte, para curarte el alma. Eras un ángel caído. Y yo, quise darte alas para volar a mi lado. Sentí que no sólo te burlaste de mi confianza y mi cariño, sino también de mi cordura. Sentí que enloquecía tratando de adivinar las incógnitas que para vos no eran más que eso, preguntas que no te afectaban en lo más mínimo. No tienes idea de lo que he tenido que vivir, no tienes idea de todo lo que me esforcé por saber, por entender, por querer seguir, por recordar. Obviamente, debí haberlo visto venir. No hubiese combinado con tu forma de ser dejarte querer. Sos arisco y lo más natural y armonioso como es el amor, no va con vos y no porque no tengas la posibilidad de amar, sino porque elegís no hacerlo. A vos te encanta creer que nadie puede quererte, interesarse o incluso cuidarte del dolor. Puse mi pellejo, puse mi esfuerzo entero, mis ganas y mi fuerza. Gasté de mí, lo que vos ahorraste conmigo. Si alguna vez tuve miedo, sólo fue por no querer perderte. Si alguna vez te animaste a sentir miedo a mi lado, fue porque creíste que la culpa iba a carcomerte. No había razón para que eso sucediera, pero como siempre, inventaste una excusa que te salvó de que alguien como yo te salvara. De que, alguien como yo, te quisiera como nadie después de mi va a quererte. Si hay algo que no entendiste, es que en el amor no existe la culpa. En el amor, sólo existe el dolor de no haber tenido la valentía de querer amar. De elegir y permitir, ser amado.
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