viernes, 30 de diciembre de 2011

La Princesa y el Sapo
Había una vez una princesa que era muy pero muy soñadora. Siempre estaba en las nubes. Y nadie la bajaba de ahí, y algunas veces hablaba sola y otras veces pensaba que capaz que algún día sus sueños se harían realidad.

Pero no siempre los sueños se hacen realidad, un día le pasó lo más extraño se encontró con un sapo que hablaba.
-¡No te acerques!- Le dijo ella
y el le dijo - ¡No te asustes, no voy a hacerte nada! Solo soy un sapo que habla-
¿Qué quieres?, dijo ella.
Y él le dijo -Quiero un beso tuyo para volver a ser humano.
-¡No, qué asco no puedo besar a un sapo!-dijo ella.
¿Por qué? Si en realidad yo soy un príncipe, dice el sapo.
-No, no te creo. Cómo un sapo como vos va a ser un príncipe.
-¿Qué no crees en la magia?-dijo el sapo.
Sí, dijo ella.
Y el dijo - entonces bésame -
Y ella dijo - está bien - y lo besó.
En ese momento algo pasó, el sapo se convirtió en un apuesto príncipe. Y ella dijo -¡Entonces era verdad!

Muy pronto se casaron y vivieron felices por siempre...

Una lágrima está compuesta por 1% de agua, y 99% de sentimientos.
El patín me enseñó a soñar con una competición, con un equipo, con una medalla, me enseñó a llorar con un simple error sobre el final, con esa competición que falté, me enseñó a creer más que nunca en los patines, a festejar cuando me sale un salto. El patín me enseñó a ayudar al amigo que se lesiona, a valorar cada salto, cada figura, a intentar algo nuevo, a levantarme tras esa caída. El patín me enseñó la sensación de volar, me dio amigos, me regaló un mundo, me formó como persona, me formo un camino, me hizo valorar cada segundo (dentro y fuera de la pista). Me enseñó el aguante de los amigos en las malas, y me dio las felicitaciones por los huevos, ovarios y las ganas. El patín me enseñó a caer y volver a intentarlo, a que todo se puede, aunque sea muy difícil. Me enseñó a cuidar los patines, a confiar y ver cómo el amor y la práctica se combinan. Me hizo pensar y luchar por lo que quiero. El patín me enseñó que en la pista siempre hay que dejar el alma, que vale el esfuerzo, y los resultados mejoran. El patín me enseñó a pasar días enteros practicando, y me dio las fuerzas seguir haciéndolo. El patín me enseñó a valorar cada vez que entro a la pista, y a sentir los patines, a entregar todo por un punto más, a sacrificarme x mi club y a darle confianza a los demás. El patín me enseñó la satisfacción de los pies cansados, a matarme por un Axel y soñar en una pirueta, a quererla porque es parte de mí.


Yo vivo el patín porque el patín me enseñó a VIVIR...